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Una noche conducía mi auto de regreso a casa cuando, de pronto, otro vehículo se atravesó bruscamente en mi carril. Toqué la bocina con toda la intensidad que pude, pero el conductor siguió adelante como si él no tuviera nada que ver con la situación. No sé cómo, pero milagrosamente pude evitar lo que parecía un choque seguro.
Sin embargo, el asunto no terminó allí. Como pude, me las arreglé para darle alcance al otro vehículo.
—¡Usted casi me choca! —le grité de mal humor.
Para mi sorpresa, el hombre simplemente dijo:
—Cometí un error. Por favor, discúlpeme.
Su respuesta me desarmó. Pero en lugar de reconocer mi error, traté de justificarlo: «¡Fue él quien me hizo molestar!».
En realidad, ¿fue ese conductor quien me hizo molestar? ¿O me molesté?  La pura verdad es que fui yo quien se molestó. Cuando se produjo el incidente, la molestia no era mi única opción disponible.
Curiosamente, pocos días después leí un libro en el cual el autor, Sean Covey, hablaba de dos tipos de personas: las reactivas y las proactivas. Decía que las personas  reactivas actúan como producto de sus impulsos. Son como una lata de refresco sin abrir que se agita con fuerza. Cuando la destapas, el contenido sale disparado. Su problema básico, dice Covey, es que permiten que otros tomen «el control remoto» de sus vidas y cambien de canal a su antojo. Las personas proactivas, en cambio, piensan antes de actuar. Sus reacciones por lo regular están basadas en principios. Tienen «el control remoto» en sus manos y son ellas los que deciden qué canal sintonizar (The 7 Habits of Highly Effective Teens [Los siete hábitos de los adolescentes muy efectivos], pp. 49, 51). ¿Eres una persona proactiva o reactiva? Si te ofendes con facilidad; si te echas a morir cuando alguien te critica o habla mal de ti; si sientes que tu mundo se desploma cuando fracasas, eres reactivo. Si, en cambio, no permites que los demás decidan cómo tienes que actuar, si las críticas no te quitan el sueño, si después de un fracaso te levantas y lo intentas de nuevo, eres una persona proactiva.
En tus manos está «el control remoto» de tu vida. ¿Lo manejarás tú o permitirás que otros lo hagan?
Ayúdame, Señor, a actuar, no por impulso sino por principio.
Recordemos, que la palabra de Dios dice: “Como ciudad sin muralla y expuesta al peligro, así es quien no sabe dominar sus impulsos” (Proverbios 25:28).

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente- Por Fernando Zabala


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