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Acostada en la cama de un hospital, Hermelinda trata de cobrar conscien­cia de lo que sucedió; por más que se esfuerza, no puede recordar. Sabe que un camión cruzó la calle con luz roja, y la atropello. Pero, lo único que llega a su mente es el grotesco chirrido de los neumáticos, aferrándose inú­tilmente al pavimento. Eso, y la visión de unos desesperados ojos negros en la vereda, mirándola como si adivinaran sus más íntimos temores. Después, todo se volvió oscuro... y despertó en el hospital, rodeada de paredes verdes y techo blanco.
La verdadera tragedia vino después, cuando el médico le dijo que nece­sitaba hacerle una serie de exámenes, para determinar con seguridad lo que le había pasado. Hermelinda tembló, de cabeza a cintura; los pies, ya no los sintió. Tuvo la impresión de que se los habían arrancado.
Algunos días después, vino el veredicto: había sufrido una lesión irrever­sible en la columna vertebral, y estaba condenada a una silla de ruedas para el resto de la vida.
La joven alta, delgada y de cabellos largos no lloró; no en público. Pero, a solas, derramó su alma al Señor. Pasó horas clamando a Dios. Aceptaba su situación, pero creía que Dios era un Dios que no conoce la palabra imposible.
Una noche, oró hasta la madrugada. Deberían ser las cuatro de la mañana. El gallo cantó. Poco tiempo después, oyó el ruido de la carroza que distribuía leche. El sol debía salir de un momento a otro, cuando ella decidió levantarse de la silla. "En el nombre de Dios, estoy sana", se repitió a sí misma. Y se le­vantó. Cayó estrepitosamente en el suelo. Intentó levantarse dos, tres veces. Y, cuando estaba a punto de desistir, oyó una voz en el fondo de su corazón: "Levántate y anda".
Y se levantó. Y anduvo. Y nadie, jamás, pudo explicar lo que sucedió con ella.
El versículo de hoy dice que los hijos de Israel clamaron. ¿Por qué clama­ron? Porque los madianitas los habían empobrecido. Les habían quitado todo.
Hay un enemigo peor que los madianitas. Desea quitarte las cosas más valiosas que tienes. Por eso, hoy, no salgas sin recordar el consejo divino: "De este modo empobrecía Israel en gran manera por causa de Madián; y los hijos de Israel clamaron a Jehová"(Jueces 6:6).
                                   Tomado del Libro de Meditaciones 2011, del Pr. Alejandro Bullón.

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