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El poder de la influencia.
Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu (2 Corintios 3: 18).

UN ASUNTO TAN TRASCENDENTAL como es el plan de salvación, tiene que tener implicaciones profundas en la vida de los que se acogen a él. Como este plan implica una relación personal, es imposible que el ser humano no salga afectado por ella. La relación es con la persona de Cristo.


Es imposible que tengamos una relación personal con él, y que no salgamos influidos por lo que él es. Se dice que un pensador griego dijo una vez: «Soy una parte de todos aquellos a quienes he conocido». Tratar con personas nos afecta de una forma u otra. Es una gran verdad que «hay misteriosos vínculos que ligan las almas, de manera que el corazón de uno responde al corazón del otro» (Consejos para maestros, padres y alumnos, p. 211). Una vez que nos hemos relacionado con alguien, ya no seremos los mismos de antes. Se nos dice: «Cada acto de nuestra vida afecta a otros para bien o mal. Nuestra influencia tiende a elevar o a degradar; es sentida por otros, hace que los demás obren impulsados por ella, y en un grado mayor o menor es reproducida por otros» (Consejos sobre la salud, p. 418).

Esto que llamamos el poder de la influencia, es especialmente cierto en lo que respecta a nuestra relación con Cristo. Cuando conocemos a Cristo y su esfuerzo salvador, cuando intimamos con él y llega a ser un amigo personal, se convierte en una influencia poderosa en nuestras vidas. Su manera de ser y de pensar nos va a afectar profundamente. Si en verdad lo conocemos, ya no seremos los mismos.

Por el hecho de conocer el evangelio de Cristo y aceptar su ofrecimiento, hemos caído bajo la influencia de su vida. Esa vida nos va a cambiar para bien. No puede ser de otra manera. Creer en él nos ha colocado bajo la esfera de su influencia. Por eso vamos a considerar cuáles son las implicaciones que tiene para el ser humano ser objeto de la gracia de Dios. Eso lo consideraremos en los días que siguen. Que el Señor nos permita ser transformados a su imagen.


Tomado del Libro de Meditaciones 2010 "El Manto de su Justicia " de Eloy Wade.
Más meditaciones en REFLEXIONES PARA VIVIR: http://www.johnsotilonline.blogspot.com

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